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Al séptimo día

Mi boxeo había mejorado, pero yo no, yo seguía llorando tu partida, y fue durante mis golpes a la gobernadora cuando el entrenador insinuó la práctica del knock out: “Ahora vas a golpear aquí, como si le estuvieras dando a la persona que más odias. Acuérdate de tu ex, por ejemplo, eso te servirá”. Entonces por accidente el impacto resbaló de la gobernadora para knockear al maestro. La fuerza abyecta no había nacido del odio hacia ti, sino del odio hacia mí.

Otro sueño, otra vida

  -¡Despertaros, hija! ¡Despertaros! Soñé de nuevo con ese tal Adolf de bigote raro en un museo muy elegante. "Ich bien fro, Ich bin fro", gritaba el chaval. ¿Qué os querrá deciros Dios, Matilde? -Padre de la Barca, dormiros, dormiros. Recordaros que mañana os tiene una celebración que oficiar en la iglesia. Ya no os dé vueltas, los sueños sueños son. 

El mentiroso

"Si pudiera pasar la eternidad contigo sería un sueño hecho realidad, ¿sientes lo mismo?", me dijo mientras acariciaba mi pelo. Entonces le susurré que no había deseo más perfecto. ¡Pero yo no sabía que la eternidad sería después de la muerte!

Detrás de los crímenes de la Semana Escarlata, Francisco Tario

Los siguientes hechos pretenden explicar los crímenes de la llamada Semana Escarlata, que el escritor mexicano Francisco Tario escribió  en la década de los cuarenta, recordando al lector que el texto es una mera ficción probable que desbordó de la imaginación del escritor luego de leer la primera parte del cuento de Tario. Aquellos incidentes de fuego y muerte que devinieron bajo la Semana Escarlata emplean una relación muy extensa, una serie de hechos que desencadenaron con una noticia que casualmente no se menciona en ningún periódico y que tiene que ver con la llegada de la embajadora de la India en el Aeropuerto de los Ángeles, Alisha Vohra Sachdeva y de su acompañante canino Vórac, y a quien en su intento por trasladarse a su hotel se sirvió del servicio de un taxi. Su dueño, un musulmán de nombre Abdul Ebeid, prefirió perder su empleo antes que subir a la embajadora y su animal de compañía que para su religión no es más que un incitador al mal, pues bien refiere en su libro S

Nunca me había alegrado tanto ir a la escuela

  De repente el tiempo se detuvo. Bueno no el tiempo en sí, más bien se congeló toda la gente de mi alrededor. Pasó mientras comía. A mi papá le faltó poco para levantarme la mano de advertencia al ver mis burras calificaciones del bimestre. Y así se quedó, con la mano apenas despegándose de la mesa, y mi mamá y mis hermanos viendo el acto de injusticia con su cara de babosos. Al principio me saqué de onda, porque creí que yo lo había provocado. Toqué la cara flácida de mi papá y no respondió, aproveché para darle un putazo al hombro a mi hermano y nada. Quise ver qué pasaba. Salí a asomarme y en el instante en que el silencio me removió la cabeza una pinche ideota se me dejó venir; fue rápido, sin meditaciones y sin carajos análisis. Nunca me había alegrado tanto ir a la escuela, a pesar de que en la mañana llevaba haciéndome guey para retrasarme y no entrar. Ya afuerita de la escuela, caché al puto de Mendoza, esperándome en la esquina y enfrente de él la Fernaquita, siempre echánd

Blanco lirio

Vivir, vivir en el icónico presente que huye de mí por no salir más con parches en sus soles y picaduras en su frágil coqueteo.   Entonces el pasado, entonces el sabor nocturno raspando los párpados para engañarme y preferir la osadía de la enfermedad a aceptarlo todo. Y el futuro, el futuro una maldición ilustre que escuece mis piernas.  No hay nada ni el rugir del tiempo. 

Otro espantapájaros

  …y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura. Oliverio Girondo , Espantapájaros 21 Que los taquiones te regresen a la miseria una y otra vez hasta la eternidad. Que tu páncreas sea el vellocino de oro que buscan los argonautas. Que seas uno de los soldados que presencie el bosque de empalamientos de Vlad Dracul. Que todo tipo de deidades te amenace con la inmortalidad. Que trabajes como el mecenas de Salvatore y su arte invisible y tengas que dar los mismos sofismas para cubrirte del ridículo mayor. Que camines de rodillas sobre el triangulo de Penrose hasta que halles el final. Que en medio de una noche de lluvia y trueno se te aparezca un querubín y te diga con sus cuatro voces en llamas: “No tengas miedo”. Que tú seas el culpable de la conquista de Marte sobre la Tierra por haber creído que eran dioses. Que sigas al pie de la letra el método de Mitrídates contra el envenenamiento y leas el poema de