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Mostrando entradas de junio, 2021

El pingüino imaginario y la guacamaya que se llama Chavelita (ejercicio 3)

Bola de Helado se me acercó, y con sus alas resbalosas y frías movió mi cabeza superrapidísimo, como la licuadora de mamá. Yo quería estar más tiempo en el columpio y que me empujara, pero Bola de Helado me molestaba con su pico, y necio y necio con que lo ayudara a buscar a sus bebés. Me llevó adentro de la casa y cuando vio a Chavelita afuera de su jaula chilló muchísimo. Se puso atrás de mí, y me quiso quitar mi chamarra. De repente Chavelita abrió sus alas así, así. Ja, ja, ja. Estuvo chistoso. Chavelita vomitó plumas negras.  

Alguna planta (ejercicio 2)

  ―Hermanito, ¿ya viste? Esa planta lleva años en esta casa sin florecer y mírala: está preciosa. El olor llega hasta la entrada. ¿Cómo es posible eso? ¿Por qué justo hoy tuvo que florecer? ―No llores más, hermana. Entiendo lo que me quieres decir. Precisamente, hoy que falleció nuestro padre se le ocurre a esa planta embellecer la casa.

Sacro factum

En algún otro lejano punto pudo haber estado: pudo encontrarse bajo el plateado cielo del Amazonas, pudo hallarse en las primeras escrituras teológicas. Pero el sello ya había sido tallado esa tarde. Su presencia fue extraña y no existió ningún indicio o profecía que la anunciara. Sin embargo, pese a toda premonición ingerida, el fervor de los astros alcanzó a cubrirla y su paso fertilizó la tierra. Se había visto, por ejemplo, a ascetas, filósofos, sabios, incluso monjes, recorrer la montaña, pero nunca a una deidad, pues así la concebí por una belleza jamás vista sobre el planeta. Su ropaje pasó por inútil, porque los vestigios que abandonaba conforme subía la montaña trasformaban la anomalía. Y yo la miraba escondido tras una gran roca. La tierra empañaba su largo cabello negro y de vez en vez miraba su tiempo pasado como para asegurar el restante. Y yo la seguía mirando; minado por su luz, por la incertidumbre, por su extraño andar. Estaba dominado ya por una influencia abomina

Su-arte (ejercicio 1)

 Quedó sedada por los cuadros renacentistas. Sus ojos perecieron en la oscuridad de una pintura que le recordó que la vida es breve, que va perdiendo su sazón si se le busca por ángulos obtusos.  Por su espalda le arañó una voz mercantil, que la invitó al museo contemporáneo de la esquina. Pero ella no respondió, quería seguir en ese punto donde todo lo es todo.