Son of a bitch


En 1877 Billy the Kid escapa del sabor del pecado a Nuevo México, y no por miedo a su captura o al declive (ya había padecido el encierro dos veces y constantemente lapidaba el sueño de la muerte), sino por la mera ventura de ser el bandido perfecto.
Es en el condado de doña Ana donde conoce a the Boys, banda dedicada al robo de vacas y caballos; es en el condado de doña Ana donde entrega su lealtad y donde acuña el placer de abrir fuego con un arma.
Desde luego nadie queda exento de las peripecias instintivas, y Billy the Kid, en medio de uno de los muchos atracos de la banda, alcanza a distinguir en el establo a una joven que derrite el semblante de quien le presta los ojos. Billy the Kid no vacila el instinto; un impulso innombrable lo hace correr hasta la joven, quien permanece con los pies hundidos en la tierra, y le cubre la boca seca con su mano enlodada, mientras que con la otra la desnuda con desdén. La joven no reacciona al hecho irascible, y en lugar de defenderse ve todo el futuro en los ojos azulados de Billy the Kid. La bestia empapa con su sudor ambos cuerpos, le falta el aire, jalonea con frenesí la piel de la joven, mientras ella atesora su aliento nauseabundo. Billy the Kid extraña su revolver desterrado de su cintura, le fastidia que el único lugar sea el lodo del suelo bajo un sol ardiente; y por eso termina la enmienda. Calla y mira a la joven con la mirada echada al azar. Calla y con profunda indiferencia le niega la muerte.
The Boys llegaron al pueblo de Lincoln en el otoño de 1877, y se establecieron ahí hasta que la banda se desintegró. Fue en esas épocas el altercado contra el bandido. Bajo un crepúsculo Billy the Kid bebe cerveza y platica con algunos miembros de la banda; desenfunda su arma y apunta hacia el cielo, perjurando que es el único bandido que ha atinado a una estrella. La banda lo reta, y en el instante que su dedo presiona el gatillo, resuena en el aire la voz de un fantasma: “Son of a bitch”. Es la joven, la singular mujer que Billy the Kid dejó viva en todo su historial de atracos. Se le encara y cae, como en la primera vez, en sus ojos azules; le toma la mano y se la lleva al vientre, le dice con ternura: “He is your son and i am your Destiny”. Billy the Kid la mira con desprecio, presiona sus dientes desgastados y le apunta con su arma; le grita que se arrodille. La joven llora y Billy the Kid le responde con el arma puesta en su frente: “I am my own destiny”.








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