Tota Die


30 de abril de 2020 

9:58 a.m. Despierto. El sueño fue simple: mi doppelgänger explicando el Espíritu de Mead dentro de un aula, más a mí que al resto: las acciones son sólo acciones hasta que la sociedad le otorgue símbolos.
11:53 a.m. Desayuno té y una galleta con dulces arrugas que me recuerdan las manos de mi madre y cómo le abro la puerta del baño para que con jabón extinga al covid.
12:49 m. Extraño ciertas calles y a ciertas personas. La mitad de ellas ya les caen gordas las videollamadas, las demás reinventan las interacciones.  
2:34 p.m. Mi papá abre el puño de su mano y me enseña que ha atrapado un grillo. Inmediatamente, me reconozco en su encierro.  
3:59 p.m. He excedido el número de hojas de mi tesis de licenciatura, pero abandonar a Goffman a media función de teatro me volvería un actor cínico.  
6:12 p.m. Llueve, y el viento me eleva: quizá libertad.
9:12 p.m. A la distancia mi mujer recita las palabras de Nezahualcóyotl: como una pintura nos iremos borrando. Contradictorio a su discurso, cada palabra suya es una pincelada de oro que perpetúa mi ser.
11:11 p.m. Acabo de advertir que, desde la mañana hasta esta hora, he revelado el Espíritu de Mead sobre la práctica.

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