Uno nunca sabe... (ejercicio 7)

 

―No me lo va a creer, Helenita, pero ayer que estaba comprando verdura con doña Ausencia, la chaparrita con cara de niña, salió una rata de la coladera. Ay, Dios santísimo. Pero espérese que va a decir que estoy loca, pero clarito me di cuenta que cuando la radio de la verdulería puso al Tri la condenada salió, y todavía la muy cínica se me quedó viendo.

― ¿De verdad, Martha? ¿No estará usted con sus achaques? Ya ve que ya no estamos tan jovencitas. Con decirle que yo escuché la otra vez que uno de mis muchachitos me estaba gritando y cuando vi no era nadie.

―No, Helenita, por la virgencita. Ya lo he visto más veces. Pero no le comenté, porque qué pena con usted, vaya a creer que le estoy inventando. Pero sabrá Dios qué busca. Ay, no, pero una de esas amiguitas grandes. Ay, no, no. Yo la vi y…

―¡Oiga! Fíjese que me dejó pensativa. Mi nietecito, ya ve que vive abajito de mi casita, a altas horas de la noche le da por poner una escandalera del Tri.

―Pues cómo. Debería usted revisar su cuarto, no vaya a ser que ande en malos pasos. Disculpe si me meto, pero no vaya a estar haciendo brujería con ratas o algo peor, igual y hasta él nos las esté mandando con su música.

―Ay, no cómo cree. A lo mejor a la amiguita nomás le gusta el rock. No hay que llenarnos la cabeza de tonterías.

―Pero por si acaso debería revisar, Helenita. Uno nunca sabe.

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